JESÚS MERINO 26/11/2012
La lumbalgia es el precio que pagamos por haber adquirido la
capacidad de mantener la bipedestación y el aumento de la esperanza de
vida que hemos presentado en los últimos tiempos, e implica la
aparición de fenómenos de sobrecarga y de desgaste en nuestro cuerpo. Se
trata de un proceso de dolor tan frecuente que hasta un 80% de la
población lo padece a lo largo de la vida. Normalmente tiene un carácter
inespecífico, pero que implica un considerable trastorno desde el
punto de vista personal y profesional.
Es una de las causas de
absentismo laboral más frecuentes, la segunda causa de demanda de visita
médica y la tercera causa de incapacidad funcional en nuestra sociedad,
de modo que la repercusión socioeconómica se convierte en un problema
de magnitud considerable. Desde el punto de vista de salud individual,
la lumbalgia provoca una pérdida de la capacidad funcional que, en
ocasiones, llega a ser invalidante, frustrante y decepcionante. La mayor
parte de los casos se diagnostican y tratan correctamente desde la
atención de la medicina primaria, siendo derivados a atención
especializada un pequeño porcentaje de pacientes que no mejoran con
tratamientos conservadores.
El origen del dolor no llega a
diagnosticarse en la mayor parte de las ocasiones y su intensidad no
siempre está directamente relacionada con la alteración anatómica
subyacente (hernia discal, protusión, artropatía, etc...).
En la
población general o en deportistas de competición que no sufren de
lumbalgia, el ejercicio físico moderado o intenso se ha demostrado como
una técnica eficaz en la prevención de la degeneración de los discos
intervertebrales así como para la prevención para sufrir dicho dolor.
Por otra parte, el ejercicio físico tiene un efecto beneficioso sobre la
dinámica de la columna vertebral y sobre el tono muscular, pilar de
sustento de la misma, que, en ausencia de dicho tono, contribuye a la
aparición del dolor frente a esfuerzos físicos.
En las personas
que presentan dolor lumbar, deberíamos diferenciar aquellas que se
encuentran en un proceso agudo, de menos de 2-4 semanas de evolución, y
las que se encuentran en un estadio subagudo-crónico, por encima de 4
semanas. Hasta un 75% de las lumbalgias se resuelven en menos de este
periodo de forma espontánea, de modo que el ejercicio poco puede
acelerar el proceso de recuperación. De esta manera, el momento ideal
para iniciar el ejercicio físico sería entre las 8-12 semanas del inicio
de la lumbalgia. Eso sí, en los procesos agudos la inmovilidad está
contraindicada, ya que prolonga la duración de dolor y la incapacidad
laboral, por lo que la reincorporación a la vida activa debe realizarse
cuanto antes.
En los procesos crónicos, debido a la mezcla de
factores físicos (pérdida de fuerza y masa muscular) y psicosociales,
el ejercicio físico se ha demostrado beneficioso en ambos aspectos.
Dicho
ejercicio físico debe ir encaminado a una combinación entre la mejoría
de la flexibilidad y elasticidad, el aumento de la potencia muscular en
el tronco, sobre todo de la musculatura extensora, y la mejora del
sistema cardiovascular mediante ejercicio aeróbico.
El
tratamiento del dolor de espalda es complejo y debe individualizarse en
cada caso en función de las características del paciente. Sirva como
recomendación la idea de que el ejercicio físico moderado y continuado
tiene un efecto beneficioso en la prevención del dolor, así como en la
disminución de la intensidad y duración en los procesos crónicos y las
recurrencias.
Mantener hábitos de vida saludables que permitan
mantener nuestro cuerpo en forma, como el ejercicio físico, es una
recomendación clara, no solo para evitar el dolor de espalda, sino
también para poder disfrutar de una vida más larga y saludable, física y
psicológicamente. Ánimo. H
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