miércoles, 28 de noviembre de 2012

El ejercicio físico moderado y continuado ayuda a prevenir el dolor de la lumbalgia

JESÚS MERINO 26/11/2012 
La lumbalgia es el precio que pagamos por haber adquirido la capacidad de mantener la bipedestación y el aumento de la esperanza de vida que hemos presentado en los últimos tiempos, e implica la aparición de fenómenos de sobrecarga y de desgaste en nuestro cuerpo. Se trata de un proceso de dolor tan frecuente que hasta un 80% de la población lo padece a lo largo de la vida. Normalmente tiene un carácter inespecífico, pero que implica un considerable trastorno desde el punto de vista personal y profesional.
Es una de las causas de absentismo laboral más frecuentes, la segunda causa de demanda de visita médica y la tercera causa de incapacidad funcional en nuestra sociedad, de modo que la repercusión socioeconómica se convierte en un problema de magnitud considerable. Desde el punto de vista de salud individual, la lumbalgia provoca una pérdida de la capacidad funcional que, en ocasiones, llega a ser invalidante, frustrante y decepcionante. La mayor parte de los casos se diagnostican y tratan correctamente desde la atención de la medicina primaria, siendo derivados a atención especializada un pequeño porcentaje de pacientes que no mejoran con tratamientos conservadores.
El origen del dolor no llega a diagnosticarse en la mayor parte de las ocasiones y su intensidad no siempre está directamente relacionada con la alteración anatómica subyacente (hernia discal, protusión, artropatía, etc...).
En la población general o en deportistas de competición que no sufren de lumbalgia, el ejercicio físico moderado o intenso se ha demostrado como una técnica eficaz en la prevención de la degeneración de los discos intervertebrales así como para la prevención para sufrir dicho dolor. Por otra parte, el ejercicio físico tiene un efecto beneficioso sobre la dinámica de la columna vertebral y sobre el tono muscular, pilar de sustento de la misma, que, en ausencia de dicho tono, contribuye a la aparición del dolor frente a esfuerzos físicos.
En las personas que presentan dolor lumbar, deberíamos diferenciar aquellas que se encuentran en un proceso agudo, de menos de 2-4 semanas de evolución, y las que se encuentran en un estadio subagudo-crónico, por encima de 4 semanas. Hasta un 75% de las lumbalgias se resuelven en menos de este periodo de forma espontánea, de modo que el ejercicio poco puede acelerar el proceso de recuperación. De esta manera, el momento ideal para iniciar el ejercicio físico sería entre las 8-12 semanas del inicio de la lumbalgia. Eso sí, en los procesos agudos la inmovilidad está contraindicada, ya que prolonga la duración de dolor y la incapacidad laboral, por lo que la reincorporación a la vida activa debe realizarse cuanto antes.
En los procesos crónicos, debido a la mezcla de factores físicos (pérdida de fuerza y masa muscular) y psicosociales, el ejercicio físico se ha demostrado beneficioso en ambos aspectos.
Dicho ejercicio físico debe ir encaminado a una combinación entre la mejoría de la flexibilidad y elasticidad, el aumento de la potencia muscular en el tronco, sobre todo de la musculatura extensora, y la mejora del sistema cardiovascular mediante ejercicio aeróbico.
El tratamiento del dolor de espalda es complejo y debe individualizarse en cada caso en función de las características del paciente. Sirva como recomendación la idea de que el ejercicio físico moderado y continuado tiene un efecto beneficioso en la prevención del dolor, así como en la disminución de la intensidad y duración en los procesos crónicos y las recurrencias.
Mantener hábitos de vida saludables que permitan mantener nuestro cuerpo en forma, como el ejercicio físico, es una recomendación clara, no solo para evitar el dolor de espalda, sino también para poder disfrutar de una vida más larga y saludable, física y psicológicamente. Ánimo. H

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